miércoles, mayo 12, 2004

Jorge Semprún

Ayer por la tarde, en el paraninfo de la UB, unos cuantos tuvimos el privilegio de ver y escuchar a uno de los intelectuales vivos cuya trayectoria vital (estuvo cerca de dos años encerrado en el campo de concentración de Buchenwald por formar parte de la resistencia anti-nazi francesa; tras la liberación de las tropas aliadas, tomó las riendas del partido comunista clandestino español bajo el seudónimo de Federico Sánchez, hasta el 1964, cuando fue expulsado) inseparable de su trayectoria como escritor (ha escrito novelas como La escritura o la vida o El largo viaje)hacen de Jorge Semprún un gigante, un testimonio único por sus experiencias y lucidez, una figura inverosímil por su estatura moral e intelectual.
Su clara cabellera blanca era un punto de luz que irradiaba desde el fondo de la sala al tiempo que su voz se articulaba desde el fondo de la historia del pasado siglo.

«Los judíos de Polonia llegaban apiñados en vagones de mercancías, cerca de doscientos por vagón y habían viajado durante días y días sin comer ni beber, en el frío de este invierno que fue el más frío de aquella guerra. En la estación del campo, cuando se abrían las puertas corredizas, nada se movía, la mayoría de los judíos había muerto de pie, muertos de frío, muertos de hambre, y era preciso descargar los vagones como si hubiesen transportado leña, por ejemplo, y los cadáveres caían, rígidos, en el andén de la estación, donde los apilaban para llevarlos después, por camiones enteros, directamente al crematorio.»

De El largo viaje